Cuando le dieron el Nobel a mi me dio dolor de estómago. Cuando escuché su discurso de aceptación casi me da una úlcera, por motivos que no voy a explicar acá, quizás en algún otro post (si quieren ir leyendo lo pueden hacer aca).
Ahora con la eminente apertura de la Feria del Libro en Argentina se armó la polémica sobre si convenía o no que viniera. Varios intelectuales de lo mejorcito que tenemos en el país - Horacio González, el Feinmann que vale la pena, entre otros- escribieron y expresaron su opinión contraria a la propuesta de que el peruano nos "visite". Básicamente su postura se basa en las recientes declaraciones de Vargas Llosa sobre Argentina y los gobiernos populares.
En el medio sale la Presi a defender la libertad de expresión y a decir que Vargas Llosa puede venir a decir lo que quiera, que ese es el punto. Conclusión, parece que viene.
Entiendo perfectamente la posición de Cristina, y de hecho coincido con que a un autoritario hay que escucharlo para después refutarlo. No están acostumbrados al diálogo, y esto los pone en evidencia. El tema es que defendiendo a Vargas Llosa contra la postura de un González también se relativiza el término "libre expresión", porque en este caso la única libre sería la de Vargas Llosa, que se liberta por haber ganado el Nóbel.
Por otro lado, que González diga que si no viene Vargas Llosa puede venir cualquier otro escritor argentino (lo dice acá) me parece un tantín reduccionista. ¿Qué vamos a hacer, vamos a traer a Fresán desde España? Obvio que me encantaría que Saccomanno, por ejemplo, abriera. Al fin y al cabo fue premiado internacionalmente el último año por El Oficinista, que es magistral. El tema es que hay muchísimos más escritores latinoamericanos que podrían venir. La oposición binaria no debería ser o Vargas Llosa o cualquier argentino, porque ahí sí que perdemos.
Por otra parte, no me deja de rondar la cabeza el caso Borges y cómo la academia se ha rasgado - y se rasga- las vestiduras por su esquivo Nobel. Claro, Borges no es Vargas Llosa. Es infinitamente mejor, pero también eran otros tiempos.
Creo que la posición de Cristina es la correcta, no tengo dudas de eso. El tema es que también defiendo que si alguien tiene una opinión sobre Vargas Llosa tiene que poder expresarla, porque sino estamos con la hipocresía típica de los velorios, en los que el muerto se vuelve una excepcional persona sólo por su condición de cadáver. El Nóbel es un premio, no una visa de honorabilidad ni mucho menos de talento absoluto. Estaría bueno que siempre recordemos eso.
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