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Sunday, April 8, 2012

La piel que habito o la llegada del nuevo dermoterror

Charly: ¿A vos te parece que yo soy un artista?
Lanata: No lo sé (...) yo creo que hiciste grandes
 cosas y que después te empezaste a copiar 
a vos mismo y creo que te das cuenta
Charly:  Yo pienso que vos sos un pelotudo. (*)
Día D, año 2000


Hace unos años, mi mamá trabajaba en un instituto de estética. El lugar, además del consabido nombre en francés - hay cosas en Argentina que nunca cambian - se definía a sí mismo como una "unidad de cuidados intensivos de la piel", cosa de por sí ya un poco agorera, si es que uno ha tenido la dudosa suerte de pisar, ya sea como paciente o paciente por noticias, una unidad de cuidados intensivos.
Recuerdo, además, que me impresionaban mucho - y hacía rato que ya no era chiquita, convegamos - los nombres de los "procedimientos", a saber, dermoabrasión, peeling, y el ya consabido y nunca bien ponderado "bótox" (inyectarte el virus -inoculado- del botulismo en la cara). Siempre comentábamos con mi madre esa delgada línea que existe entre el tratamiento estético y la tortura consentida. Beauty is pain, dicen acá en Estados Unidos.
Todo esto nos lleva - y ahora que pienso, qué mejor manera de empezar un comentario sobre una peli de Almodóvar con una referencia a la relación con mi madre, je - al comentario sobre La piel que habito, si bien no la primera, una de las últimas pelis de dermoterror que he visto.
La historia es buena, a qué negarlo, incluso en lo que tiene de predecible. Las interpretaciones posibles pueden estirarse tanto como la piel; psicoanalíticas, abyectas, sociales, hasta incluso podríamos preguntar qué significa que para crear una imagen de la belleza corporal absoluta haya que recurrir a Jean Paul Gaultier (¿o se creyeron que ese vestido que se pone al final es de los coreanos?) La relación entre la piel y la identidad, y entre la ética y las emociones está genialmente desarrollada, el suspenso excelentemente dirigido y las actuaciones, como siempre, soberbias.
y ni quieras pensar lo que te traigo para el día de la madre

Lo que me interesa, de todos modos, es la recepción que he oído en estos días sobre la película. Está claro que cuando uno entra al cine a ver "una de Almodóvar" lo hace con ciertas expectativas (la teoría de la recepción, hace casi ya 100 años, habla de eso, se llama "pacto" u "horizonte", depende el crítico) y yo misma me he escuchado decir que, para ser una peli de Almodóvar, debería empezar por donde termina ( y sólo eso voy a decir, el que la vio me entiende, el que no, ya la verá). Ahora, ¿es justo exigirle a un director que se repita, que se limite a habitar su piel? Existen momentos en la peli muy pero muy "almodovarianos", como este de acá arriba, en el que además se da un punto muy interesante con respecto a la nacionalidad del tigresito (que analiza muchísimo mejor que yo mi advisor en un artículo con respecto al mundial de fútbol pasado - "The Sound and the Red Fury" - , así que no me meto, sólo lo señalo). Vaya casualidad que el bruto es portugués, no? Y a eso súmenle lo que le aporta a la genealogía en general de los personajes (más críptico no lo pude escribir, espero que me entiendan los que ya la vieron). Los colores y los roles también son puro Almodóvar, pero sin embargo, hay un plus algo que escapa la clasificación certera y que pone nervioso a más de uno, cuando en definitiva a las películas habría que mirarlas, que para eso se hacen.
El punto es, en definitiva, que muchos de nosotros le exigimos a Almodóvar que se limite a habitar su fama, o la imagen que de él tenemos. Otros, incluso, llegan al punto de querer tratar de encasillar esta peli en moldes prefabricados, como aquellos que dicen que es muy "hitchcockiana" (y no voy a volver a escribir ese adjetivo, me tomó 10 minutos) porque hay escaleras, persecuciones y gente que confunde gente viva con gente muerta. Déjenme decirles: siéntense primero a ver Vértigo y después digan esas cosas, si todavía las pueden sostener. Calificar a La piel que habito como hitch...  es reducirla a un molde que por otra parte, no le queda "pintado" como el body que Gaultier le hizo a Elena Anaya, sino que ajusta donde no debe y hace bolsas por todos lados.
Una de las mejores imágenes de la peli a mi juicio. 
Sin embargo, si nos trasladamos a las críticas que han tenido las últimas pelis de Woody Allen, por ejemplo, nos encontramos con el mismo fenómeno; a partir de Match Point, "ya no es lo que era". Me confieso parte de esta crítica, pero sólo porque Midnight in Paris me pareció un exceso (o sea, sí, ya cazamos que el pibe viaja en el tiempo, es necesario repetirlo incansablemente por una hora y media?) falto de resolución a nivel trama, que no es lo mismo que decir que es muy fellini o cualquier otra gansada intelectualoide mal digerida que se precie de tal.
Quizás para cierto público los directores no deberían durar tanto, o quizás los públicos también deberían abandonar la ansiedad de definición. Almodóvar tiene 62 años (para 63, dirían las abuelas), y Woody 14 más. ¿No es esperable, y hasta saludable también, que varíen - desde un sentido musical hasta, por qué no, uno más drástico - su manera de trabajar, que tengan otras preocupaciones, que muten su estilo y que quieran, en definitiva, combatir el aburrimiento de habitar siempre la misma piel?
¿No será que somos un poco pelotudos?


(*) Impresionante, como siempre, la capacidad de predicción de Charly.

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