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Saturday, June 4, 2016

Entre machos

La película es del 2011, pero yo la veo recién ahora. Situación: avión a conferencia, con la presentación todavía sin terminar, o sea, qué mejor que mirar una peli totalmente pasatista mientras espero que me surjan las palabras que necesito para terminar esto.
Hubiera puesto la de Nemo, porque lamentablemente - para ustedes, más que nada - después de los primeros 15 minutos la película (que no había empezado mal, todo hay que decirlo) se transformó en un desfile de lugares comunes y lógicas machistas de la peor calaña, que disectaremos a continuación, claro (tengo que de alguna manera recuperar las dos horas que gasté en verla).

Por cierto, habrá spoilers. La película es del 2011, che.

Bueno, ahí vamos. La cosa comienza con un matrimonio de 25 años de antigüedad que se separa porque la mujer - Julianne Moore- se encamó con un compañero de trabajo y no tiene mejor idea que contárselo al marido en medio de una cena. El marido se lo merece, según la película, ya que la trama empieza con un panel por debajo de las mesas del restaurant en el que están, y él es el único que está con zapatillas. Imperdonable.
Para todo, absolutamente todo, existe
Mastercard.
Lejos de conversar, hacerse cargo, ir a terapia o algo así, el cornudo - Steve Carell - directamente deja la casa, aunque vuelve de noche a regar las plantas (ahora sí se lo merece, ven?).
En su nueva vida de soltero, conoce a lo que se dice un "womanizer" - un tipo con complejo de Don Juan y pasado de cama solar, pero bueno - en la piel de Ryan Gosling, que hace como de "malito" aunque por supuesto no le dure. Este personaje es el que lo "ayuda" a hacer un "rebranding" de sí mismo - a fuerza de tarjetas de crédito y, ya que es norteamericana la película por qué no decirlo, a fuerza de deudas de tarjeta - para que empiece a cojer de una buena vez como dios manda (parece que el hombre, además de cornudo, era virgen cuando conoció a su ahora ex esposa). Con ropa nueva y consejos baratos - "dejá que las minas hablen, nunca hables sobre vos", le dice -, Steve Carell empieza a levantar.
Esta es la maestra, en la primera escena,
la "loca" de ahí en más.
Su primer "éxito", sin embargo, es una mina medio loca - así la presentan en la película, claro- que no será otra que la profesora de literatura de su hijo, ah, y además de soltera, alcohólica. Steve le miente, como le enseñó su amigo, se la coje y luego jamás la vuelve a llamar, como le enseñó su amigo. Al fin y al cabo, era presa fácil, dada su inexperiencia en la seducción y, a qué negarlo, también la edad de la presa. Claro, cuando la profesora se lo vuelve a encontrar 6 meses después en una reunión de padres, la loca es ella y pobrecito Steve la vergüenza que le hace pasar frente a su ex esposa (la que se había curtido al compañero de trabajo, ¿se acuerdan?) con la cual casi se arreglaban minutos antes. La profesora, así, no solo es un estereotipo insoportable y anticuado de la "solterona", sino que en un giro bastante perverso se le agrega el alcoholismo y la cuestión de clase; es maestra, no gana mucho, es descartable y es casi lógico que sea alcohólica (bueno, quizás no es descartable en tanto maestra, pero sí la película la deja en ridículo una y otra vez, por no actuar "cool" y sobreponerse a un tipo que le mintió y la estafó, aún sabiendo que era una alcohólica en recuperación).

Sobre el final, como no podía ser de otra manera, todo se "arregla", Steve vuelve con la esposa, el womanizer se enamora de la hija y el niño pequeño, que ha estado persiguiendo a una chica 4 años mayor que él durante toda la película, recibe una lección de vida: si te gusta, es tuya, acosála hasta que diga que sí.

No es casual que las resoluciones que ofrece la película sean únicamente para los personajes varones. Las chicas son accesorias, están ahí para ser bonitas, o amores de la vida y no mucho más. Incluso el personaje del amante de la esposa tiene más lugar que la esposa misma en la trama. Y es que Crazy Stupid Love es una película sobre hombres para mujeres. Matizada por el brillo visual, el "glossy" que las películas de Hollywood bien saben producir - autos caros, buena iluminación, gente "looking sharp" sólo después de una ida al shopping- mantiene sin embargo una narrativa tan retrógrada y peligrosa que se cuela entre las escenas de los desnudos cuidados de Gosling.

y esta no es la única escena, por cierto...
La relación entre Steve y Ryan, por ejemplo, es lo que ocupa gran parte de la película, y es la relación de amor por excelencia. Sin hacerse cargo de la tensión erótica que el womanizer está constantemente provocando, la película resuelve la conexión entre ellos con un edipo de supermercado. A Ryan Steve le hace acordar al padre que era re bueno y por eso lo ayuda (y también se encama con la hija, que es parecida a la mujer, o sea a la madre, bueno.). La película se titula Love, en un exceso, pero quizás debiera llamarse Relaciones Homosociales Histéricas pero Siempre Heteronormativas.  Claro, es un poco más largo y no tiene enganche. De hecho, el mayor conflicto entre ellos se da cuando Ryan le confiesa que se enamoró de su hija, y debe convencer a un ofuscado - y traicionado? - Steve de que es un buen tipo cuando la mina es la correcta, cosa que por otra parte consigue, claro. El amor acá siempre es paternal y entre hombres, desde el womanizer que lo quiere como un padre hasta el padre de verdad, que le aconseja a su hijo biológico que las mujeres son para perseguirlas una vez que te convenciste que esa era la que querías.

Esta es la baby sitter
El niñito se encuentra "enamorado" al principio de la película
de la babysitter, una pibita hermosa, que a su vez le tiene ganas al padre (pre-transformación, eh? amor de verdad!) que jamás de los jamases se da cuenta de sus avances, dejando a las amas de casa de la audiencia super tranquilas. Las babysitter sólo son sexualmente activas con los famosos, no en las familias tipo.
El pibito, entonces, se declara unilateralmente en estado de enamoramiento, y actúa de ahí en más como una suerte de oráculo para el resto, escupiendo frases de señalador que sin embargo hacen pensar al resto de los adultos, cosas como "no existen los grises, si la amás, la amás, y si no, no" y otras sandeces por el estilo. Sobre el final de la película, ve justificada su filosofía barata, ya que es testigo de como sus propios padres zanjan sus diferencias - los que estuvieron juntos desde los 16 o así, y se casaron cuando ella quedó embarazada de la hija mayor- y vuelven a estar juntos, y su propio padre le dice que si ella es "the one", que la persiga, que ya va a decir que sí. Poco importa que en varios momentos la chica en cuestión le diga mil veces que no está interesada, que no lo encuentra atractivo, y que incluso le interesa alguien más. Ya se va a dar cuenta, esta boluda. 

Acá los polis dando consejos muy útiles
para la violencia doméstica: siempre adentro.
Este triángulo entre babysitter-padre-niño explota cuando el padre de la chica encuentra unas fotos que ella se sacó desnuda por consejo de la compañera "fácil" de la secundaria - no voy a entrar en esto, no terminamos más- para seducir a Steve Carell. Por supuesto, jamás las manda, pero la madre se las encuentra y se las muestra al padre quien, como era de esperarse en lugar de sentarse a hablar con la hija sale corriendo a cagar a palos al destinatario de las fotos. Justo en ese momento, Steve se encuentra tratando de reconquistar a la esposa, y este salame - porque es pelado, los pelados siempre son salames en estas películas, es ley- le arruina todo. En otro exceso de homoerotismo, todos se pelean y se frotan con todos hasta que llega la policía, los separa, y les dice que "la próxima vez, cáguense a palos adentro y no en el patio, así no tenemos que venir" (se los juro!). Por supuesto, esto hace reflexionar a todos y cada uno se va tranquilo a su casita, luego de haber descargado su testosterona en el otro. Salvo el pelado. El pelado nunca la pone.

La peli termina con la ceremonia de graduación de la escuela del pequeño acosador, que a la vez funciona como graduación simbólica de todos los personajes. Durante su discurso a la clase, el niñito, acongojado por su falta de éxito en los avances a la babysitter, se deshace en un parlamento lastimero sobre cómo el amor es una mentira y una verga, cosa que el padre no puede tolerar. Sin pensar en la vergüenza que le hace pasar a su hijo prepúber, se para y va hasta el podio, en donde desgrana una catarata de obviedades digna de tarjeta de aniversario que de algún modo tiene efecto en todos, salvo en la resentida de la maestra, claro. Así, Steve se caga en el momento de protagonismo del hijo y de paso se anota unos porotos con la ex mujer, que tampoco parece notar el desubique de su ex marido y sonríe como pasada de porro. De nuevo, se refuerza el discurso del acosador, al cual la película da un giño final y certero, haciendo que la babysitter le regale al niñito sus fotos desnuda, como para que aguante. Momentos antes, el niño le ha dicho que, si está caliente con el padre que no se preocupe, que él seguro en unos años se va a parecer a él, así que... muy tierno todo. Esta gilada de "the one" es la que cierra la película, y la que ilustra todos los finales felices; el niñito esperará - y de seguro no subirá a internet las fotos que le dio la piba, cómo se les ocurre!- y tendrá su merecido; el marido engañado vuelve con la esposa que al final se da cuenta que un tirito lo puede tener cualquiera, y el womanizer se enamora de la hija de ambos, que lo cambia para siempre porque además de ser Emma Stone, es re graciosa.

En dos horas, entonces, hemos aprendido que las alcohólicas son especialmente resentidas, que la tarjeta de crédito te cambia la vida y la personalidad, que los pelados nunca la ponen y que, si te gusta una mina, vos esperá y seguila acosando, ya se va a dar cuenta.

Muy rico todo.


Friday, May 20, 2016

El horror instagrameado


Todo muy normal...

Tratá de dormir después de esto...
La escena podría ser de una comedia costumbrista a lo Suar. Familia numerosa, cumpleaños, música, jóvenes bailando. Sin embargo, existe un quiebre que transforma la placidez en otra cosa. Por detrás de escena, un personaje se agencia de un globo y un pedazo de torta, y sale. Es un coronel retirado, al que le falta un brazo, y que tiene especial devoción por la violencia y el terror, además de aparentes conexiones con el poder muy vigentes. A partir de ahí, una de las escenas más poderosas que ha dado la televisión argentina en el último año, y que, confieso, todavía me persigue.
 Uno de los aciertos de Historia de un clan, es,
 justamente, ese; no sólo intenta ser una recreación ficcional - y qué inmenso problema tienen los sabelotodos wikipedianos de los comentarios online con esa caracterización, che! - de los crímenes del clan Puccio, sino que, a su vez, aprovecha esa libertad para jugársela con momentos de un lirismo visual absoluto, como éste a mi izquierda. La escena es aterradora, pero no sabemos bien por qué - bueno, sí sabemos, pero no hay nada a priori que nos lo indique - y ese es, de hecho, el poder que tiene, no sólo dentro de la narrativa de la serie, sino como metáfora cultural, si se quiere. En la escena no pasa mucho. Este personaje siniestro tararea una marcha fúnebre, mientras el secuestrado llora ante semejante visión. La violencia no es explícita, sino latente, y, de alguna manera, representa la cotidianidad del horror durante la dictadura, y la joven democracia. Tenemos la familia feliz arriba, y el horror siempre en el sótano (también, si quieren, pueden adentrarse en una lectura freudiana a lo Zizek con el tema de los espacios y el subconsciente; hoy a mí no se me da la gana). La serie, en definitiva, es un gran acierto del clan Ortega, famoso ya por sus coqueteos con la oscuridad - pensemos en Tumberos y el umbanda, por ejemplo - aunque también, todo sea dicho, en esa ambigüedad que les encanta mantener - no sólo la violencia está latente y presente, sino también la sexualidad en todos sus matices; incesto, estupro, violación, calentura lisa y llana - se les escapan ciertas referencias que quizás no sean obvias para un público más joven (y quizás no sea inocente tampoco; habría que ver qué vínculos tiene el papi Ortega con los milicos, ya que gran parte de su masiva carrera se desarrolló a la sombra de los apremios ilegales. En fin).

Esas referencias es el guante que levanta Trapero y las hace por demás explícitas en su película del mismo tema y del mismo año. En El Clan, no se escatiman escenas que muestren a Arquímedes Puccio en oficinas plagadas de militares durante el proceso, como tampoco se deja a la doble interpretación la conexión entre su impunidad y el visto bueno de la comandancia, al punto tal que se construye como hipótesis de caída del clan el haber secuestrado a alguien equivocado, es decir, a una persona que ya estaba en negocios con los militares, por lo cual era inaceptable que la codicia de Puccio la tocara. Durante este último secuestro, Puccio recibe una llamada de un "comodoro" que nunca se nombra más que por su rango en la película, intimándolo a que le diga si él tiene a la víctima y que si es así la libere. El secuestrador entiende que se ha excedido en su crédito de favores, y de alguna manera sabe que está desprotegido, pero el rescate, se supone, será el más grande de su historia, así que le parece un mal menor. La película, entonces, no se anda con vueltas para mostrar que el final del clan obedece a que los militares le sueltan la mano, y no a un secuestro mal hecho.
En serio, parece que esta gente existe.
Por lo demás, el horror está condensado en ese cuerpo medio muerto que rescatan del sótano, al que le dan de fumar y exhala por sí mismo el humo, sin poder siquiera usar los músculos faciales. Trapero, fiel a su estilo, nos da la versión sin edulcorante, desde lo narrativo pero también desde lo estético; acá los jóvenes son lindos pero no tanto - sin el exceso de lotería genética del que la serie hace gala -, los viejos tienen la edad que tienen que tener, y las esposas de años no son Cecilia Roth.
Trapero, además, no se detiene en las crisis ni los vaivenes culpógenos de Alejandro Puccio, el hijo mayor - tiene menos tiempo, eso también es cierto, la película dura menos de dos horas, y la serie tiene 11 capítulos de 45 minutos cada uno - sino que va a la acción sin miramientos. Las mujeres, a diferencia de las de la serie, no son boluditas ensimismadas en su propia belleza, o en sus dudas homoeróticas, sino que perciben claramente lo que pasa en el sótano de su casa - otro detalle de hiperrealismo tan tremendo como verídico; la radio a todo lo que da durante días y noches, espejo de las que se usaban en los centros clandestinos de detención, de acuerdo con los testimonios del Nunca Más - , y piden explicaciones a los gritos, mientras Epifanía Puccio corta una pata muslo para "el tipo" que alimenta su marido. 

Todo esto viene a cuento por una fascinación - mía, ok, pero también bastante extendida, eh?- por los crímenes que podríamos llamar "híbridos"; es decir, no pertenecientes al terrorismo de Estado, o, al menos, no completamente. No es casual que dos producciones traten el mismo tema, más allá de quién haya primereado a quién, ni tampoco que se esté produciendo un musical sobre Yiya Murano, la célebre "envenenadora de Monserrat". Las revistas clásicas como Gente, devenida en la década del 90 a revista "del corazón", volvió a tener entre sus páginas las fotos de archivo de los Puccio, al hijo de Yiya, en incluso a una parodia de entrevista con Carlos Robledo Puch, que ni lerdo ni perezoso aprovechó la volteada y dijo que si salía la mataba a Cristina. No pudo ser, Carlitos, pero no deja de erizarme los pelos tu lectura de la realidad nacional.
No me extrañaría para nada que la próxima sea la historia de Carlos, y aquí les dejo el casting solucionado, por cierto:
Si a este pibe no lo ponen a hacer de Robledo yo ya no sé...
Durante las primeras décadas en democracia, yo me acuerdo, hubo programas de alto contenido dramático, como Atreverse, de Fulanas y Menganas, entre otros, en los que los conflictos tenían que ver con asumirse, re-definirse en esta nueva época en la que parecía que se podía hablar de todo todo el tiempo. Me acuerdo, por ejemplo, que uno de los capítulos era sobre una madre y una hija solterona, y el gran pico dramático era cuando la madre le preguntaba a la hija si era virgen. Esos eran los temas escandalosos, las mujeres maduras y su himen o su falta. Durante los noventa hubo una serie llamada Sin condena, en la que se teatralizaban crímenes que habían escapado la mano judicial, o, una vez que la serie tuvo éxito y hubo que seguir produciendo capítulos, aquellos casos que habían conmovido a la siempre presente "opinión pública".  Historia de un clan y El Clan parecieran seguir la posta y redoblar la apuesta, poniendo en escena la transición criminal y cultural de los ochenta, y abriendo de alguna manera el espacio para interrogar qué pasó - y pasa- con la complicidad civil y la mano de obra desocupada que dejó en el limbo la dictadura genocida. La violencia, en nuestro país, vende de una manera diferente a la de Tarantino, porque si bien se puede estilizar - a lo Ortega, con todo su elenco bellísimo, sus video clips insertados y sus filtros de instagram - no se puede separar del contexto político - lo que explicita más Trapero, aunque Ortega también hace guiños -, en el que la falta de garantías civiles alimentaba el sueño equitativo de alucinados como Arquímedes Puccio, quien se pensaba como un agente - individual y fervorosamente peronista, por cierto - de la redistribución de la riqueza, mediante el secuestro, la tortura y el asesinato. Quizás tengamos los psicópatas que nosotros mismos generamos.